Los residuos orgánicos que generamos en casa se componen fundamentalmente de restos de fruta y verdura, carne y pescado, cáscaras de huevo, de marisco y de frutos secos, otros restos de comida, posos de café e infusiones, tapones de corcho (sin añadidos plásticos o de otros materiales), cerillas y serrín, papel de cocina sucio, servilletas de papel usadas y pequeños restos de jardinería. Todos ellos, biodegradables.
El plástico, el metal, etc. son materiales difícilmente reciclables por nosotros mismos sin maquinaria compleja y operaciones industriales. En cambio, reciclar el biorresiduo o residuo orgánico en nuestros hogares es muy sencillo si sabemos cómo hacerlo.
Antiguamente, la mayoría de los residuos que producían las sociedades eran orgánicos y se gestionaban poniéndolos en fosos a las afueras de los asentamientos, ciudades, etc. En la antigua Roma, por ejemplo, los agricultores que acudían al mercado de la ciudad para vender sus productos, cuando se marchaban se llevaban los desperdicios y restos orgánicos que podían para aprovecharlos para hacer compost en sus huertas.
El modelo de gestión de residuos cambia cuando cambia nuestro modelo de consumo.
Un ejemplo de ellos son las cenizas, que en los años 30 eran uno de los residuos mayoritarios, pero después, con la llegada de la electricidad, disminuye el uso de chimeneas y estufas y, por tanto, también este tipo de residuo.
Más adelante, en los años 60 comienzan a aparecer los primeros plásticos. Y en los 70 se dispara el vidrio, que poco después disminuye enormemente debido a su recogida selectiva y desaparece de la fracción resto.
Y, ¿entonces? La gestión del residuo orgánico se complica cuando comienzan a aparecer metales, vidrios, cartones o plásticos en las bolsas de basura, ya que dejan de estar llenas casi en su totalidad de residuos orgánicos y pasan a ser una mezcla de muchos materiales difícilmente reciclables por su compleja composición.
Lo que hace años estaba separado y se aprovechaba, ahora está mezclado y hay que seleccionarlo otra vez. ¿Cómo? Con nuestra colaboración. Tenemos que ser las personas las que lo separemos, ya que no hay otra manera más eficiente de hacerlo.
FORMAS DE GESTIONAR EL BIORRESIDUO
Sin recogida o transporte del biorresiduo (se queda donde se produce):
- Compostaje doméstico. Se realiza en los hogares (jardín, terraza, balcón, incluso en el interior de la vivienda). La persona es responsable de cerrar el ciclo de la materia orgánica transformada en compost en su propio jardín o vivienda. Un ejemplo: la gestión puerta a puerta y domiciliaria del residuo orgánico de El Boalo-Cerceda-Mataelpino.
- Compostaje comunitario. Se ubican compostadoras de uso colectivo en jardines comunes de viviendas, espacios públicos, escuelas y edificios similares, en las que varios vecinos de un municipio o barrio depositan los residuos orgánicos que han generado en sus hogares. Este modelo requiere un mínimo de organización y favorece la cohesión social. El compost generado se puede reutilizar en el espacio ajardinado o huerto comunitario. Un ejemplo: el proyecto que se está realizando en el distrito de Hortaleza.
Con recogida del biorresiduo, minimizando su transporte:
- Tratamiento descentralizado en plantas locales. Se facilita a los ganaderos y agricultores de la zona y ellos lo gestionan para su propio uso. Un ejemplo: MadridAgrocomposta. También incluye el tratamiento de restos de poda de jardines públicos, cementerios, hospitales, etc. gestionado por personal municipal. Permite la reutilización en origen con la mínima recogida y transporte de residuos. Un ejemplo: la Planta de Compostaje de Migas Calientes donde se transforman los residuos vegetales procedentes de los jardines públicos de Madrid en compost.
- Compostaje centralizado. En este caso, la materia orgánica proviene de la recogida selectiva domiciliaria. Se necesita una infraestructura municipal de recogida y la construcción de plantas de compostaje municipales como instalaciones centrales de gestión de estos residuos. Un ejemplo: la recogida selectiva de la orgánica de la ciudad de Madrid.
¿Cuál es el mejor sistema?
Depende de varios factores: características de la zona, pueblo o ciudad, densidad de población, hábitos ciudadanos, tipo de vivienda, etc. Hay que diseñar un proyecto para cada lugar y tener en cuenta que ¡pueden coexistir varios modelos complementarios en un mismo municipio!
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